Hoy se cumplen tres años del asesinato del docente Carlos Fuentealba. A continuación la nota que escribí para una revista de la facultad el cuatrimestre pasado en la cual logré entrevistar a su mujer, Susana Rodríguez, quien me contó sobre su vida con Carlos y cómo hace para salir adelante sin él.
Carlos Fuentealba nació en 1966 en Junín de los Andes, en la zona cordillerana de la provincia del Neuquén, Argentina. Creció en el campo de una familia humilde, cerca del lago Lácar, en San Martín de los Andes, a unos 400 km al sur de la ciudad de Neuquén, donde realizó los estudios primarios. Luego viajó a la capital de la provincia para terminar el secundario en una escuela industrial. Allí se recibió de técnico químico.
La inestabilidad laboral en la Argentina hizo que trabaje en distintos rubros: cumplió tareas en un laboratorio, en un supermercado y en una fábrica de jugo. En la década del `80 trabajó en el Sindicato de la Construcción (UOCRA). Allí comenzó a involucrarse en las luchas sociales de los trabajadores por mejores condiciones salariales. Por aquella época se afilió al Movimiento al Socialismo (MAS) del que se alejó en 1993.
Se recibió de docente en 2005, a los 38 años. A partir de aquel año comenzó a trabajar como profesor de química en el Centro Provincial de Enseñanza Media (CPEM) Nº 69 de la Cuenca XV, uno de los barrios más pobres del oeste de Neuquén. En 2006 recibió el premio del “Rey del Colegio” como mejor profesor, distinción otorgada por los estudiantes.
El fin. En el marco de una huelga del sindicato docente ATEN, perteneciente a la CTERA, se decidió hacer un corte de la ruta 22 a la altura de Arroyito el 4 de abril de 2007, como medida de protesta. La decisión fue tomada en asamblea por la mayoría de los afiliados al sindicato. Lo insólito es que Fuentealba no compartía la decisión de hacerla en ese lugar porque lo consideraba peligroso. Y tenía razón. Ese mismo día la policía provincial recibió la orden del Gobernador Jorge Sobisch de impedir que los manifestantes cortaran la ruta, para garantizar el libre tránsito en la misma.
En medio de la masa, uno de los tantos compañeros dispuesto a hacer valer su derecho de trabajar dignamente llamaba a todos para que no aflojen. "No le tengamos miedo a la policía. Estamos juntos en esto y lo hacemos por nuestras familias" repetía insistentemente Fuentealba. Lo que no sabía era que aquella marcha sería la última de su vida. En su casa esperaba su mujer, también docente, Sandra Rodríguez. La represión comenzó. Antes de que logren cortar la ruta, los docentes fueron desalojados con balas de goma, gases lacrimógenos y un carro hidrante en dos ocasiones. Muchos se refugiaron en una estación de servicio cercana y otros fueron perseguidos por policías a pesar de haberse retirado de la ruta.
Docentes y policía negociaron para terminar la jornada en paz. Pero mientras los primeros se iban en autos particulares, la policía volvió a reprimir. El destino fue ingrato con Fuentealba. Mientras viajaba en la parte de atrás de un Fiat 147, el efectivo José Darío Poblete disparó una granada de gas lacrimógeno hacia el auto. El proyectil atravesó el vidrio y le pegó en la nuca al maestro. En la casa Sandra estaba preocupada. El teléfono sonó y supo que no sería una buena noticia. Su marido le había dicho: "No te preocupes, voy a la marcha y vuelvo en una hora". Nunca más volvió. A las dos horas de aquel diálogo, el sonido del teléfono la asustó. Levantó el tubo y una voz le dijo sin vueltas: "La policía reprimió y él está muy grave". Tras ser operado en dos ocasiones, falleció al día siguiente. Aquel 4 de abril de 2007, la vida de Sandra cambió para siempre.
Hoy la esposa del maestro asesinado a manos de la policía durante una marcha en Neuquén, recuerda su vida junto a Carlos: "Fuimos una pareja ideológicamente compatible. Aunque no estuvieramos de acuerdo en todo, nos entendíamos. Fuimos consecuentes con todos, con las nenas (tiene dos hijas de 17 y 12 años), con los alumnos".
¿Cómo era Carlos con ellos?
Les decía que no hay que contribuir a un sistema que trata de que no lleguemos a terminar la escuela. Él les decía "si yo pude vos también. Tenés la obligación de llegar, para ser libre".
¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuándo hablan de él?
La muerte de él es algo absurdo, más que nada dentro de la filosofía nuestra, la occidental cristiana. Con Carlos teníamos nuestra propia filosofía de creer en la vida. Eso me acuerdo de él, sus ganas de creer en la vida. Era un chico de campo que viajaba mucho recibir educación. Viajaban en transporte con frío terrible. Siempre me hablaba de los "paisa" que vivían con ellos en las estancias.
¿Cómo se conocieron?
Yo nací en Buenos Aires, con padres laburantes pero no lo que vivió él. Cuando estudié para maestra quería ser maestra del sur. Apenas llegó la democracia volvió esto de la libertad, la apertura democrática, la ideología, etc. Llegué a Neuquén y en 1989 comencé a trabajar.A Carlos lo conocí porque eramos los dos militantes de un partido político, el MAS. Carlos estaba como sindical en la UOCRA y yo en sindicato docente.
¿Alguna vez supiste que pasó con él aquel día de la marcha?
Durante la represión él estaba horrorizado y con miedo de lo que veía, me dijeron sus compañeros. No se hizo nunca el piquete, era una huida.
¿Cómo se hace para seguir formando a los chicos dentro de un sistema que mató a tu marido?
Yo dejé de dictar clases. Desde que pasó esto de Carlos estoy con asistencia psicológica y no volví a las aulas. No sé si voy a poder volver a la educación. El sistema es también responsable de lo que le pasó a Carlos.
¿Cómo quedó tu relación con sus padres?
Al principio estábamos juntos en esto. Pero con el tiempo me llevé muy mal. Ellos se quieren llevar el cuerpo, sacarlo de Neuquén. A mi Carlos una vez me dijo "nada nada de cruz, me creman y me tiran al lago". Yo no lo quiero velar. El otro tema pendiente es el del juicio.
¿Porqué?
Porque deberían salir a pedir justicia, y no la piden. Le echan la culpa al gremio y sin embargo no piden que estos sean declarados culpables. Yo estoy muerta de alma. Ahora los periodistas de Sobisch (gobernador cuando sucedió la tragedia) me están dando duro y bajo diciendo que yo abandoné la tumba de Carlos. Es increíble cuanta maldad pueden hacer estos tipos.
¿Qué era lo qué mas le gustaba a Carlos de vos?
Que fuese maestra.
La periodista Sandra Russo escribó el 7 de abril de 2007: "Carlos Fuentealba estaba haciendo política gremial. Era dueño de una historia personal admirable. Alguien que había cumplido un sueño contra la adversidad. No era una adversidad personal ni familiar la de Carlos Fuentealba. Era una adversidad social. La pobreza es una adversidad social. Trabajar toda una vida como administrativo de la Uocra para estudiar mientas tanto y recibirse de maestro a los 38 años es un ejemplo de dignidad ante el que caen las palabras".
"Pero hasta que su nuca fue el blanco de un disparo policial, Carlos Fuentealba no era para el Estado provincial ni un ciudadano ni un maestro ni un padre, era nadie. Sólo ante la visión de muchos nadies entorpeciendo el tránsito alguien puede dar la orden de reprimir: las vidas de los que protestan son vidas sacrificables".
Hoy, en cada marcha, en cada protesta de docentes de todo el país, en cada lugar en el cual los maestros reclaman mejore condiciones de trabajo está presente Fuentealba. Un hombre que vivió para y por sus compañeros.